jueves, 18 de octubre de 2012

Instantánea


Chano Castaño

   La realidad cuántica, la realidad poética, la realidad. Mundos simultáneos, mundo uno. Rosquillas de estrellas, café lácteo y pompones de chocolate por el astrolábio. Bajo los ojos no hay demasiada profundidad pues en parte nuestro límite es la espalda, y por otro lado somos infinitos. Foráneos, seguros, meros átomos en movimiento. Despido con un abrazo la probabilidad de ser un desgraciado porque no basta con darle una sonrisa a esto el día entero. Hay que ser planta, mico, cigüeña, la bala que la mano ataja, al pájaro que en la noche trina. La realidad no depende de la película, hay muchos rollos sin edición y guiones firmados en la antesala de cada amanecer. Somos más que eso. Olvido, perplejidad, soledad. Sí, sobretodo lo último. Nuestro cuerpo, nuestra cueva llena de osos en siesta, de tigres sin rayas, de selva fantasmal y ciudades que se derrumban en el abismo del ombligo. Fuego, dijo el capitán. Más duro, más duro, afirmó la gitana en el vendaval. Yo no digo algo de lo que me pueda arrepentir. Simplemente escribo instantáneas donde todo es eternidad. 

martes, 9 de octubre de 2012

El pingüino turrquesa


Del mar turquesa nacen las mujeres negras
Que con el canto de las olas
El que aprendieron lavando a sus hijos entre la marea
Le dan una razón a la diosa del agua
Para que la pezca abunde como las bundas
Para que el delirio del candombé
Las lleve hasta el palco de los astros
Y las devuelva puras a la arena. 

De mi nace una mirada hacia el mar turquesa,
Los ojos que tiemblan como el desierto al sol cenit,
Y cuando quiero anhelar todo, el tiempo es lento,
Debe ser que tantas preguntas detienen las manecillas
O que en verdad el tiempo de los relojes
No sirve sino para sentarse y desperar. 

Los peces, el viento, el horizonte infinito que acaba en agua,
Los marineros capoeiros, los amantes babilónicos,
La maré, la favela, el salitre en el vaivén,
Llamarle rua a la calle y decirle moça a una mujer.
Tal vez mi sueño no es el Brasil ni yo sea el fin de su pesadilla,
Pero acá parece que una puerta se abre,
Porque los goznes rechinan y una luz se asoma,
Y yo me siento cada vez más cerca de algo grande,
Cada vez estoy mas donde debería estar.
Pero todo es una fuerza invisible,
Todo es el mar que te llama y te nubla,
Y eso que hallabas inmenso y que te anhelaba sin parar,
Es su sonido eterno de olas rotas,
Entonces tus alas se tuestan al ocaso rosado,
Bajo la luna de sangre,
Entre las miradas eróticas del carioca,
Que son directas pero secretas,
Que son música y silencio pavoroso. 
¿Cuál será, entonces, tu tormenta final?
No lo sé ni me importa.
Por ahora escribo en la arena,
Para que la poesía se aligere y vuele
Y se transforme en salitre sin suerte,
En pensamientos que acoplan las nubes,
En estocadas de aves contra el mar.