Por Chano Castaño
El analfabetismo es un tema serio en Colombia. Que lo afrontan de manera folclórica es otra cosa. Los índices van y vienen, las cifras nos dan esperanzas y abatimientos. Además, existe una percepción del problema muy parcializada. La sociedad--ciudadanos y espectadores-- suele ver en los ancianos, adultos y niños analfabetas un asunto de no ir a la escuela. Ese es el asunto, la gente que no fue o no va al colegio está condenada a ser analfabeta por toda la vida. Miren los sociólogos cómo lo solucionan, los psicólogos sociales, los comunicadores, los políticos. El problema no es de plata ni de espacio, peor aun: es un problema de lectura.
El analfabetismo no solo demuestra que la gente no va a la escuela, sino que las prácticas de lectura y escritura en los contextos sociales se ven truncadas y menguadas, no alcanzan para cambiar actitudes hoscas de adultos que alejan a los niños de la escuela o para influenciar a los jóvenes a que lean y escriban en vez de asaltar o soplar. Tal vez a la sociedad le interesa mucho que se lea y se escriba para entender formularios y no para ser libre. Importa es percibir que el analfabetismo es una palabra que tiene un trasfondo oscuro donde los que no sabemos lo que pasa somos los que leemos. Un problema social que tiene sombras y cuevas donde apenas ha ingresado la investigación académica, pero que va más allá de no saber garabatear las letras en un recibo. Como siempre en Colombia este tipo de problemas tienen un millar de culpables y una razón para no cambiar.
La conciencia social es originada por la experiencia participativa que tiene el ser humano. William Ospina decía en su ensayo Lo que le falta a Colombia, que en este país nunca nos hemos reconocido en el otro, y no por una cuestión de belicosos regionalismos, sino porque somos los "herederos y perpetuadores de una antigua maldición, en el país de los odios heredados y de las pedagogías de la ignorancia y el resentimiento". No hemos reconocido las rutas culturales para educar a un pueblo particular como el que nos vio nacer. Antes de comprender al otro nos burlamos de sus carencias o de sus bondades, nuestros líderes antes de pensar en las poblaciones que sufrirán los estragos de su corrupción firman el documento indebido, nuestros empresarios antes de pensar en el bienestar de su empresa agrícola y sus empleados prefieren financiar paramilitares, los curas antes de pensar en las mujeres salen a predicar que su cuerpo no es de ellas, sino de Dios. Ignoramos que si no enlazamos nuestras raíces como una ciudadanía plural jamás extinguiremos el analfabetismo y otros males más funestos todavía. Tenemos que conocernos, que tocarnos, que leernos. Participar de los proyectos, de los problemas y las necesidades de los pueblos que conforman nuestro país, el territorio de nuestro español mestizo, bastardo, versátil y fascinante, es un asunto que nos concierne por el hecho de que la conciencia social en Colombia debe ser fortalecida y la única forma de hacerlo es trabajando juntos.
Y no quiero que se piense que soy víctima del paroxismo patriótico propio de ciertos crápulas de corbata. No estoy abogando por que Colombia es Colombia y sale pa pintura. No. Es le hecho de que si nos constituimos como una sociedad en busca de un porvenir mejor debemos actuar en consecuencia y trabajar por ello. Entre todos debemos aprender a leernos, percibiendo los capítulos de nuestra propia historia sangrienta y fanática, como un pasado que enseña la transigencia y el respeto, así como los momentos gloriosos, llenos de esfuerzo y felicidad, nos muestran que no estamos hechos para fracasar y entregarnos como sociedad.
¿Qué más se puede decir? Solo queda hacer. No vivo en Colombia, ni soy colombiano, pero los países de Latinoamérica, con sus matices y bemoles, adolecemos del mismo problema. Tu observación, acertada y a veces lírica, junto a mil excelentes diagnósticos se pasan la vida útil del papel tristemente encarpetados. Observo esto: hay gente a la que le interesa que esto no se solucione. Aunque agregaría, con una nauseabunda sensación de falso consuelo, que ser alfabetizado tampoco es la gran cosa; si sabes leer buscan que no lo hagas, si lo haces te atiborran de contenidos embrutecedores, sesgados, groseros. Casi siempre logran lo que buscan: que no estemos enterados de nada, sobre todo de lo importante.
ResponderEliminarLatinoamérica, la adolescencia del mundo. Nos leemos, nunca defraudan vuestras entradas.
Es cierto que en una sociedad como la de ahora, llena de lenguajes y de mensajes, es difícil saber que tan útil es la información que nos llega por toneladas y en pocos segundos. No todos buscan diamantes entre tanta mierda ni saben, muchas veces, lo que buscan.
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