martes, 22 de mayo de 2012

Voz y sombra





Por Chano Castaño 
   Una voz adentro de mi mente—por ahora la llamo voz, una palabra que tiene muchos sentidos, pero que en este caso usaré para referirme a las palabras de un extraño dentro de mí. 
   Esa voz juzga, lee, se sulfura, ama y odia, pide acciones, piensa inquietudes y necesita de la energía que extrañas fuerzas le puedan dar para convertirse en otra voz que sigue siendo la misma, tal vez con el asentamiento que le deja el tiempo que la ve sonar y callar. 
   A esa voz, a la primera que habla, nunca le creo. En muchas ocasiones la mezquindad la reina, en otras parece ingenuidad, pasividad o ignorancia. No sé si sea mi caso particular, pero creo que la primera voz que siempre escucho es la más falta de curiosidad y contundencia. 
   Luego vienen otras voces, una segunda que puede entregarnos lo que vamos a decir hablando, y hasta una tercera que puede ser la que buscábamos, pero que llega demasiado tarde. Todas esas manifestaciones de la mente, las voces en que nos personalizamos, son un libro desordenado que no espera escribirse, sino que para siempre estar escrito debe todos los días hallarse en quien lo vive y buscar respuestas a lo que viene. Como en toda novela larga, los datos de la memoria surcan dando pesos y levedad al relato cotidiano que tenemos enfrente. Capítulos de costumbres, de fracasos, de reflexiones únicas, de momentos inefables. Capítulos que no sirven para nada. Capítulos que olvidamos, que enterramos sin querer. Ese libro que somos y que sentimos en los momentos más profundos a los que llegamos en este paso en la Tierra, se construye de voces que nos llegan por palabras, así como también explotan al escuchar una música, al ver una imagen, al sentir un lugar, al perderse en él. 
Somos un diseño biológico perfecto, pero el programa que tiene nuestro cerebro, la idea de conciencia, como todo programa y creación del hombre, tiene sus errores. La autoconciencia es quien mueve el motor siempre, el yo, un motor que impulsa el programa, una base de datos que recarga emociones, memorias, fugas, expanciones, pero que tiene lados oscuros, instancias a las que no tenemos acceso.  El inconciente no es como tal un fantasma, sino el recipiente donde se cocinan los mismos. Sin saberlo, muchas de nuestras angustias se vuelven relatos insospechados en la mente, sobretodo tal vez en ese lugar que no vemos, en esas calles de nosotros mismos que no conocemos. 
Ahí se dan otros relatos que funcionan con otra lógica, con otros lenguajes, con otras distorsiones. Las voces con que formamos nuestra conciencia, ese murmullo voraz y musical, trata de no vivir acechado por esa sombra, pero no se da cuenta que tal vez allí tiene sus raíces más reveladoras. 

2 comentarios:

  1. Intentar iluminar aquellas calles oscuras es desnudar el ser que muchos quieren ocultar o que por descuido no saben que existe. ¿Acaso, seriamos más reales si las visitamos? La primera voz, la segunda y la infinita última son marionetas bellas intentado llegar a su creador. Sin embargo, no olvido que primera, segunda, tercera y muchas más voces tienen un ápice de honestidad, así en ellas se quiera enterrar. Gracias Castaño por hacerte y hacerme pensar.

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  2. ¡Qué texto para impecable! Las voces casi siempre el juego del ego, un laberinto de simulaciones, un laberinto sin salida. Demasiado humano como para darle mejores explicaciones. Me voy poniendo al día con vuestro blog, mientras la salud me lo permita. Nos leemos.

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