Por Chano Castaño
Diez personas se deciden a
escribir. Tres saben desde un principio quién es el editor, dos creen que es un agente literario, cuatro saben que
tiene que ver con los libros y uno, que escribe en el celular, lo ignora del
todo. Y es que el editor es una figura temible para los ermitaños que huyen con
su obra y para los abnegados de la industria cultural; un misterioso
lector-corrector que anda, muchas veces, durmiendo tras el escritorio,
esperando las palabras frescas que alguien ha de traer; o simplemente, el
editor es necesario porque sabe culminar las obras literarias de los
escritores, un guía de talentos resuelto frente a los laberintos de palabras.
Aunque, en la era de la literatura digital, el escritor hace maravillas a
través de aplicaciones que están cambiando la industria editorial.
Una de esas maravillas es que es el escritor se vuelva editor
y agente literario de su propia producción, que no necesite de un grupo de
figuras a su alrededor para que le determinen la distribución, la agenda de
medios, la impresión y la venta por internet de sus libros. Un escritor
independiente que promocione su obra y la haga conocer, aprende a reconocer
espacios de comercialización y muestra, intuye los lugares donde es bien
recibido el libro, asiste a los eventos en que puede presentarse y hablar de su
obra, y no escatima recursos mediáticos para llevar su trabajo al público.
El público de ahora termina
leyendo más escritores nuevos por la red que por medios impresos. Hay blogs,
foros, chats, artículos, noticias, correos electrónicos, una amplia gama de
formatos para contactar al otro o para enseñarle algo. Todos conocemos de sobra
los diferentes caricaturistas, periodistas, escritores y artistas que opinan en
Twitter y generan polémica en Facebook, los que ponen a veces picantes frases,
idioteces del tamaño de una pulga, chistes flojos del acontecer nacional y
recomendaciones varias en las que se ganan ideas o se pierde el tiempo. Ese
tipo de participaciones en red de los escritores llaman la atención de
potenciales lectores, quienes se acercan o se alejan de los libros. Es la era
en que ideas tan cortas llegan tan rápido a un sinnúmero de lectores. Llueven
piedras y rosas. Los resultados están en los números, en las tendencias más
seguidas y en que ese termitero de lectores frente a las pantallas haga clic
sobre tu libro, ya sea para echarle una ojeada o tirarlo en el carrito.
Hay dos aplicaciones virtuales
que permiten que los escritores que quieren ser sus propios editores y
distribuidores lo puedan llevar a cabo. Se trata de www.blurb.com y www.lulu.com. Entre las dos hay diferencias,
depende lo que se busque, pero su objetivo, el de ayudar a las personas a
realizar su libro, sea de lo que sea, se cumple a cabalidad. En las dos se
puede montar una portada propia, crear un libro de prueba, editar los textos y
las imágenes, elegir una medida del libro, un tipo de papel y de portada, en
fin, todo lo que se pueda modificar en pos de que el usuario pueda personalizar
su libro y finalizarlo perfecto.
En www.blurb.com el usuario tendrá que descargar
una aplicación o realizar todo el trámite del documento desde la página luego
de registrarse en el sistema. La aplicación es muy sencilla de manejar, simplemente
hay que arrastrar los textos o las fotografías que se quieran colocar en el
libro, así como las ilustraciones o imágenes que vayan en la portada y
contraportada. La diagramación se realiza en parte por el programa y en parte
por el usuario, aunque ahorra trabajo básico, a la hora de acomodar de manera
compleja los elementos puede traer desventajas. En www.blurb.com ofrecen un sistema de distribución
y el servicio de una tienda en la que se pueden hacer pedidos impresos y
digitales. En la tienda hay variedad de literatura: poesía, cuentos, novelas,
de todo en varios idiomas, y los precios son asequibles. Es una herramienta
útil para crear un libro digital. No es recomendado para aquellos que busquen
una buena producción impresa.
En la otra aplicación virtual, www.lulu.com, la cosa es a otro precio. Están
todas las ventajas y una oferta rica en distribuidores, tiendas virtuales y
credenciales comerciales hacen que sea el mejor de la red. Hay que registrarse
y crear una cuenta, luego hay que subir el archivo desde el computador ya
finalizado. Esto es algo importante que diferencia a www.lulu.com de www.blurb.com, que es necesario terminar de la
mejor manera el contenido que coloquemos en el libro, pues no habrá forma de
corregirlo en la plataforma o cuando ya esté asignado, por eso hay que mirar
fuentes, tamaños, introducciones, todo lo que sea necesario para la
presentación de nuestra obra. Podemos también subir más de un archivo y elegir
cual es el definido para entrar al proceso de finalización, en el que se escoge
un tamaño del libro, el tipo de pasta. La página asigna un código de barras y
un ISBN que identificará a la obra en internet, también enviará una copia
impresa del libro gratuita a casa (solo es necesario pagar el envío), con el
fin de que el autor observe el producto final y haga las correcciones
necesarias. El usuario se pone en contacto con la página, diciendo que ya tiene
la muestra gratis en sus manos, empieza el proceso de corrección final en el
que el usuario monta de nuevo el libro con las correcciones y los cambios
hechos a la prueba impresa, y se culmina el proceso dejando a su paso una
experiencia de edición independiente, distinta a la tan conocida en el negocio
editorial.
De igual forma la red también
propone distintos caminos para los escritores que quieran estar conectados y no
dejar de escribir. Porque en muchos casos los escritores de computador tienen
un blog (público o secreto, da lo mismo), un Twitter o un documento de Word
abierto en el que van apuntando todo. Alguien podría hacer la tarea de poner
género a todos esos escritos o notas que hay en los ficheros de los escritores,
y vería que de su combinación podría brotar una novela excelente, cuentos de
variados tonos y poemarios hasta la saturación. Por eso se inventaron el Mes
Nacional del Escritor de Novela, o en inglés National Novel Writing Month (http://www.nanowrimo.org),
un evento en la red que empieza este primero de noviembre de 2011 y que pone a
prueba la pericia de los escritores, pues hay que hacer en 31 días una novela
de 50.000 palabras.
Hay gente que ya empieza a hacer
la cuenta y se come las uñas. En promedio hay que escribir 1613 palabras por
día—los primeros frustrados serán aquellos a los que el tapón de la inspiración
se les abre los domingos en pleno guayabo, o los que tienen que escribir a mano
y luego pasar todo al computador; aunque ni pensar en los que encuentran la
inspiración una vez al mes o en los que durarán inventándose un personaje dos
semanas, escribiendo el primer capítulo otra y saliendo del segundo la última.
Ah, valga la pena decirlo, esta es una competencia que no tiene un ganador como
tal, tiene muchos, por eso se puede escribir en cualquier idioma (menos
mandarín y árabe), la gracia es intentar ser un escritor y todos los días
pensar en la historia que tenemos entre mente y alma, en la trama o la tira de
relatos que nos tienen laberíntico el sentir. El Mes Nacional del Escritor de
Novela es una oportunidad que nos da la red de compartir nuestra creatividad,
nuestros ritmos de escritura, las técnicas, las anécdotas y que abre la puerta
a una comunidad mundial de escritores de todo tipo que quieren dar a conocer su
obra.
Lo importante de mirar todas
estas oportunidades y herramientas de trabajo es la metamorfosis que la
literatura empieza a vivir desde varios aspectos. La primera de ellas es la
manera en que se está leyendo, pues las letras se trasladaron a las pantallas y
pueden alcanzar a decir más que antes y llevar a rincones inhóspitos del
conocimiento. La segunda, que la comercialización se descentraliza de las
editoriales y las librerías gigantes para entregarse de rodillas al lector y al
escritor; la tercera son las extrapolaciones y mestizajes que tiene el lenguaje
cuando entra en la dimensión virtual, y todas las posibilidades que ello
implica; y cuatro, la manera en que interactuamos con el libro: con la era de
las pantallas nuestras manos dejarán de sostener el libro para entrar a
construir en él.