sábado, 21 de abril de 2012

Las palabras que nos hacen menos


Por Chano Castaño

   Recapacitar sobre todas las palabras que decimos es una tarea titánica, pero no imposible. Dia a día el lenguaje es un camino que cruza el cuerpo y produce todo tipo de monstruos. Y traigo este tema a cuento de dos hechos que esta semana nos han sido desapercibidos: las excusas del Borbón que caza elefantes y la visita de uno de los cuatro de Liverpool a Colombia. 
   Son hechos íntimamente relacionados por una cosa que, fatalmente, los une: las palabras. 
   Primeramente decir que muchos movimientos sociales se oponen a todo, a que la gente coma carne, a que las personas aborten, a que los jóvenes se droguen. Pero muy pocos se oponen a las realezas. Tal vez como en Latinoamérica no sufrimos de aquel mal, ese de tener que soportar la soberbia, la majestuosidad fantoche de los castillos y la presencia de unas familias reales--noten lo absurdo de esa frase--, no estamos al tanto de este inconveniente. Pero un principio democrático debería ser la abolición de las realezas. Cortar de una vez por todas el chorro de una representación pueril del Estado, de la patria. Desde donde se le mire es absurdo todavía cree que hay reyes, monarcas, apellidos de sangre azul, en fin. Muchas veces creo que los reyes son simples aces políticos de los sistemas de turno. Los reyes han lamido el culo de locos (Rasputín), de dictadores (Franco, Hitler), de todo lo que se ha puesto a su paso para impedirles seguir siendo una venerada tradición de poder y sangre. Ahora, como el Vaticano, le lamen el culo a los presidentes, y aunque en muchas ocasiones siguen ejerciendo su poder colonial--¡porque no te callas!--, es evidente que son unos tránsfugas de turno, dispuestos a entregarse a quien sea por sobrevivir sus castillos, sus cotos de caza y los privilegios de todo tipo. 
   El hijueputa del Borbón mayor, cazador de vieja data que también mató a su hermano de un tiro--¿sin querer? quién sabe: en las monarquias la traición es un eje principal de tradición--, y que ahora asesina osos, elefantes y todo tipo de animales salvajes, vino a disculparse frente a la sociedad por sus escopetazos desenfrenados en el África. Como en todos los países democráticos, siempre hay un periódico que es manoseado por el poder privado y por el poder público: el País salió a decir que las disculpas del Borbón eran un "hecho sin precedentes". ¡Pura mierda! Un hecho sin precedentes sería que por fin lo sacaran de sus castillos y palacios para convertirlos museos, que apagaran por fin esa indiferencia social que se les ve en el rostro. Que apagaran por fin la existencia de monarquías en el planeta, y con ellas todas las palabras que las representan.
   Es ahí donde se conecta el tema del Borbón con el de Paul McCartney. 
   No comprendo cómo se puede alguien, en pleno siglo XXI, referir a otra persona como "Sir". Sir-vientes es lo que serán. Como siempre, en Colombia tratándonos de subir la mierda a la cabeza con cualquier expresión, idea o posición que surja de los países europeos. ¿Es que acaso a nadie le parece que referirse a alguien así es una posición de la Edad Media, uno de los tiempos más terribles, sanguinarios e ignorantes de nuestra civilización? Muchos dirán: "relájese, nada tiene de malo decir "Sir"." Pero no, me parece que hay un problema de fondo y es que criticamos hechos como el de la cacería del Bobón, pero nos llenamos el hocico de palabras que nos hacen sentir andando entre palacios. Una farsa. Así como la familia real de Inglaterra es una farsa que caga mierda blanca y todos sus nombramientos son una manera de reforzar esa distancia que los ingleses siempre han querido mantener con el mundo, esa "distinción". Recuerden que somos ciudadanos de derechos, ciudadanos activos políticamente en el día a día que demostramos, aun sin querer, lo que somos con nuestro lenguaje. Además, así como las monarquías han estado llenas de locos, asesinos y fantoches, los famosos "Sir" son un grupo de personas que guardan en sus listas piratas, ladrones y filibusteros que han lamido culo a los reyes. 
   Seamos coherentes--yo sé que es difícil, pero no imposible--. Defendamos el lenguaje de nominaciones serviles, esclavistas y oscurantistas. Abajo las familias reales. Abajo sus castas. Abajo las legiones elegidos por ellos para hablar al mundo. En sus castillos bien podrían enseñar historia a miles de analfabetos, y decirles desde la primera clase que las aulas donde están aprendiendo fueron el lugar donde la sociedad conoció las peores formas de poder y lambonería. Y decir que siempre hay que cuidarse de las palabras que nos hacen menos. 
   

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