jueves, 26 de abril de 2012

La red y su ola de escritores indie




    Por Chano Castaño

   Diez personas se deciden a escribir. Tres saben desde un principio quién es el editor, dos creen que es  un agente literario, cuatro saben que tiene que ver con los libros y uno, que escribe en el celular, lo ignora del todo. Y es que el editor es una figura temible para los ermitaños que huyen con su obra y para los abnegados de la industria cultural; un misterioso lector-corrector que anda, muchas veces, durmiendo tras el escritorio, esperando las palabras frescas que alguien ha de traer; o simplemente, el editor es necesario porque sabe culminar las obras literarias de los escritores, un guía de talentos resuelto frente a los laberintos de palabras. Aunque, en la era de la literatura digital, el escritor hace maravillas a través de aplicaciones que están cambiando la industria editorial.
  Una de esas maravillas es que es el escritor se vuelva editor y agente literario de su propia producción, que no necesite de un grupo de figuras a su alrededor para que le determinen la distribución, la agenda de medios, la impresión y la venta por internet de sus libros. Un escritor independiente que promocione su obra y la haga conocer, aprende a reconocer espacios de comercialización y muestra, intuye los lugares donde es bien recibido el libro, asiste a los eventos en que puede presentarse y hablar de su obra, y no escatima recursos mediáticos para llevar su trabajo al público.
   El público de ahora termina leyendo más escritores nuevos por la red que por medios impresos. Hay blogs, foros, chats, artículos, noticias, correos electrónicos, una amplia gama de formatos para contactar al otro o para enseñarle algo. Todos conocemos de sobra los diferentes caricaturistas, periodistas, escritores y artistas que opinan en Twitter y generan polémica en Facebook, los que ponen a veces picantes frases, idioteces del tamaño de una pulga, chistes flojos del acontecer nacional y recomendaciones varias en las que se ganan ideas o se pierde el tiempo. Ese tipo de participaciones en red de los escritores llaman la atención de potenciales lectores, quienes se acercan o se alejan de los libros. Es la era en que ideas tan cortas llegan tan rápido a un sinnúmero de lectores. Llueven piedras y rosas. Los resultados están en los números, en las tendencias más seguidas y en que ese termitero de lectores frente a las pantallas haga clic sobre tu libro, ya sea para echarle una ojeada o tirarlo en el carrito.
   Hay dos aplicaciones virtuales que permiten que los escritores que quieren ser sus propios editores y distribuidores lo puedan llevar a cabo. Se trata de www.blurb.com y www.lulu.com. Entre las dos hay diferencias, depende lo que se busque, pero su objetivo, el de ayudar a las personas a realizar su libro, sea de lo que sea, se cumple a cabalidad. En las dos se puede montar una portada propia, crear un libro de prueba, editar los textos y las imágenes, elegir una medida del libro, un tipo de papel y de portada, en fin, todo lo que se pueda modificar en pos de que el usuario pueda personalizar su libro y finalizarlo perfecto.
   En www.blurb.com el usuario tendrá que descargar una aplicación o realizar todo el trámite del documento desde la página luego de registrarse en el sistema. La aplicación es muy sencilla de manejar, simplemente hay que arrastrar los textos o las fotografías que se quieran colocar en el libro, así como las ilustraciones o imágenes que vayan en la portada y contraportada. La diagramación se realiza en parte por el programa y en parte por el usuario, aunque ahorra trabajo básico, a la hora de acomodar de manera compleja los elementos puede traer desventajas. En www.blurb.com ofrecen un sistema de distribución y el servicio de una tienda en la que se pueden hacer pedidos impresos y digitales. En la tienda hay variedad de literatura: poesía, cuentos, novelas, de todo en varios idiomas, y los precios son asequibles. Es una herramienta útil para crear un libro digital. No es recomendado para aquellos que busquen una buena producción impresa.
   En la otra aplicación virtual, www.lulu.com, la cosa es a otro precio. Están todas las ventajas y una oferta rica en distribuidores, tiendas virtuales y credenciales comerciales hacen que sea el mejor de la red. Hay que registrarse y crear una cuenta, luego hay que subir el archivo desde el computador ya finalizado. Esto es algo importante que diferencia a www.lulu.com de www.blurb.com, que es necesario terminar de la mejor manera el contenido que coloquemos en el libro, pues no habrá forma de corregirlo en la plataforma o cuando ya esté asignado, por eso hay que mirar fuentes, tamaños, introducciones, todo lo que sea necesario para la presentación de nuestra obra. Podemos también subir más de un archivo y elegir cual es el definido para entrar al proceso de finalización, en el que se escoge un tamaño del libro, el tipo de pasta. La página asigna un código de barras y un ISBN que identificará a la obra en internet, también enviará una copia impresa del libro gratuita a casa (solo es necesario pagar el envío), con el fin de que el autor observe el producto final y haga las correcciones necesarias. El usuario se pone en contacto con la página, diciendo que ya tiene la muestra gratis en sus manos, empieza el proceso de corrección final en el que el usuario monta de nuevo el libro con las correcciones y los cambios hechos a la prueba impresa, y se culmina el proceso dejando a su paso una experiencia de edición independiente, distinta a la tan conocida en el negocio editorial.
   De igual forma la red también propone distintos caminos para los escritores que quieran estar conectados y no dejar de escribir. Porque en muchos casos los escritores de computador tienen un blog (público o secreto, da lo mismo), un Twitter o un documento de Word abierto en el que van apuntando todo. Alguien podría hacer la tarea de poner género a todos esos escritos o notas que hay en los ficheros de los escritores, y vería que de su combinación podría brotar una novela excelente, cuentos de variados tonos y poemarios hasta la saturación. Por eso se inventaron el Mes Nacional del Escritor de Novela, o en inglés National Novel Writing Month (http://www.nanowrimo.org), un evento en la red que empieza este primero de noviembre de 2011 y que pone a prueba la pericia de los escritores, pues hay que hacer en 31 días una novela de 50.000 palabras.
   Hay gente que ya empieza a hacer la cuenta y se come las uñas. En promedio hay que escribir 1613 palabras por día—los primeros frustrados serán aquellos a los que el tapón de la inspiración se les abre los domingos en pleno guayabo, o los que tienen que escribir a mano y luego pasar todo al computador; aunque ni pensar en los que encuentran la inspiración una vez al mes o en los que durarán inventándose un personaje dos semanas, escribiendo el primer capítulo otra y saliendo del segundo la última. Ah, valga la pena decirlo, esta es una competencia que no tiene un ganador como tal, tiene muchos, por eso se puede escribir en cualquier idioma (menos mandarín y árabe), la gracia es intentar ser un escritor y todos los días pensar en la historia que tenemos entre mente y alma, en la trama o la tira de relatos que nos tienen laberíntico el sentir. El Mes Nacional del Escritor de Novela es una oportunidad que nos da la red de compartir nuestra creatividad, nuestros ritmos de escritura, las técnicas, las anécdotas y que abre la puerta a una comunidad mundial de escritores de todo tipo que quieren dar a conocer su obra.
   Lo importante de mirar todas estas oportunidades y herramientas de trabajo es la metamorfosis que la literatura empieza a vivir desde varios aspectos. La primera de ellas es la manera en que se está leyendo, pues las letras se trasladaron a las pantallas y pueden alcanzar a decir más que antes y llevar a rincones inhóspitos del conocimiento. La segunda, que la comercialización se descentraliza de las editoriales y las librerías gigantes para entregarse de rodillas al lector y al escritor; la tercera son las extrapolaciones y mestizajes que tiene el lenguaje cuando entra en la dimensión virtual, y todas las posibilidades que ello implica; y cuatro, la manera en que interactuamos con el libro: con la era de las pantallas nuestras manos dejarán de sostener el libro para entrar a construir en él.


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