miércoles, 8 de febrero de 2012

Correo interno de mi mente



Por Chano Castaño 

Es necesario dejar ir esas voces que acosan sin parar la cabeza en las tardes de escritura concentrada. Drenar el ensueño para limpiarlo. ¿O al revés? 
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Roisto Caravana   
Nueva York 2009


Remitente: Alfredo Bonilla.
   
 Olvidaré tomar las fotografías importantes cuando el valor de lo que es importante cambie. Es decir, nunca. Por eso no me pidas que oprima el obturador. No lo haré para que salgas sonriendo. Ni tampoco para que abraces a tu amigo o amante. Si quiero sacaré un retrato de tu vida pero me gustaría que fuera peor todo, sí, que nada de esto estuviera sucediendo. Me gustaría que en verdad no te fueras para ese país sino que murieras conmigo en este set de fotografía mientras te mato y disparo fotos. Porque yo sé que siempre has querido que te mate un fotógrafo, que te saque la instantánea de tu último gesto y lo reparta en tu velación y en tu entierro. Si te creman que también incineren las imágenes, porque no responderás por nada que pase después de que te vayas. A no ser que tengas la capacidad de no flotar y quedarte dando vueltas en este laberinto de emociones y mierda. No creo que lo sepas afrontar, siempre fuiste una loquita, pero no me importa.

Olvidaré que no estas acá, en todo caso.

Te quiero mucho. 

Roisto. 

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Ricardo Estevez
Bogotá 2012

Remitente: Manuel Estevez.  

Me dijiste que la moto estaba dañada, no que la venderías el próximo mes. Estoy seguro de lo que oí por teléfono, de lo que no tengo seguridad alguna es si tu recuerdas algo de lo que me dijiste, porque estabas ebrio, llevado del pedo, además me contó mi primo Ignacio que te jartaste hasta el agua del florero. Pero no peleaste, una fortuna en las fiestas de final de año. Y yo sé porqué no peleaste, yo sé que tu corazón está dolido, esa china está con otro y hace rtao te lo habían dicho, y yo te advertí que no arrimaras a ese pueblo porque todo sería cosa de agarrarse las mechas y las copas. Todavía estas allá, donde no llega el correo electrónico y toca seguir escribiendo estos papeles que vuelan y llegan a la puerta de la casa. Me siento anacrónico haciéndolo, acostumbrado a poner palabras en pantallas y a pisar teclados donde todo va y viene. Estos es una especie de silencio agobiador. Estar tranquilo frente a una hoja en blanco y llenarla con lo que se te venga a la cabeza. Esta última frase, por ejemplo, es una estupidez. Si yo fuera un crítico literario como tú, de seguro putearía a este escritor humilde que no quiere publicar mucho sino ser famoso. A propósito de trabajo, te cuento que tu ex-esposa está que me jala los huevos. No debería hablar de ella en esos términos pero sé que delante tuyo la puedo llamar perra. Y sí, me la encontré el otro día en el barcito de la calle 59, el que frecuentábamos cuando salíamos con ellas, estuvimos dándonos en la cabeza un rato pero le dio por subirse de temperatura y empezó a besarme. No me la tiré pero el objetivo real de esta carta es para ver si me das permiso. Yo sé que ella no te pertenece, que la gente no le pertenece a nadie, pero no quiero perder tu amistad y si te duele que me la coja, dime de una vez por todas. Aunque estes lejos te respeto y respeto tu pasado. 
Seguiré escribéndote durante un mes si no me respondes. Después tomaré la desición que mejor me caiga.

Un abrazo, chuquilete.

Ricardo.

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Karl Hum
Berlín 1999
Remitente: Ivan Bosch
Antes de que te mueras quiero decirte que te quiero mucho, tío. Te quiero porque fuiste alguien muy importante en mi tonta vida, llena de obstáculos y efemérides, enferma de afectos mundanos y florida por los vacíos. Te quiero porque me enseñaste a jugar con la pelota cuando me gustaba era construir edificios con fichas, porque me dijiste que las mujeres eran lo más hermoso del mundo y era verdad, porque me empujaste a tomar mi primera copa y me enseñaste el valor de la caballerosidad. Me acompañaste en viajes personales, de esos que se hacen para crecer, pero lo hiciste manteniéndote al margen, sin invadir mi espacio, solo entregándome tu palabra concejera y familiar, llena de silencios que escuchaban mis pesares y de reflexiones que me hacían sentir mejor. Tío, nadie en la familia tiene la habilidad concejera que tu poseías, debe ser porque tu viviste mucho y nuestras vidas insignifiantes, atascadas entre un puesto y una cama, deambulantes entre ciudades que se parecen a los feretros infestados de gusanos, no tienen nada para aconcejar. Solo la soledad. Solo la muerte. Porque yo me enteré de que estabas enfermo por la tía Rosita. Ninguno de mis imbéciles primos se había atrevido a contarme algo porque no querían verme tristes. Casi los golpeo cuando me enteré. Si te mueres y no me despido de ti, no me lo hubiera perdonado. Porque esta es una charla que tuvimos un tiempo atrás y, aquí entre nosotros, los dos sabemos el final de esto. Yo ya tengo todo listo, no te preocupes, mi tía Asunción no quedará sola, ella tendrá tu pensión y la casa. Como me lo dijiste aquella vez, nada quedará para Julián. La acusación de maltrato y robo que tiene por parte tuya, basta para que le niguen cualquier herencia. Quien recibe tu coche y los arriendos de los dos apartamentos será Adriana. Ella lo merece todo y tu lo sabes muy bien, pero hay que ser equitativos. De seguro la tía Asunción querrá que a Julián se le entregue algo. Yo sobornaré a este personaje y lo alejaré lo que más pueda de Adriana y mi tía Asunción para que no les haga daño. No pondré tu sinisestro plan en marcha, pero no te preocupes que lo alejaré de ellas. 

No siendo más, tío, te envío saludes, espero que nos veamos pronto. Procuraré llegar antes del día en que anuncies la eutanacia.

Con amor, Karl.
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Amanda Keypard
Buenos Aires 1986

Remitente: Atyé Bribou


   Cuando uno esta enamorado siente que atrae más miradas. Es una situación bastante anormal, porque basta que te den la patada para que todo cambie y quedes en las redes del olvido. Entonces parece que la gente lo ve amargo a uno, decadente, sin ganas de vestir bien ni de comer bien. Es como si lo cotidiano te negara su encanto y te mostrara solo la cara del desprecio. Un desprecio absoluto, por cierto, que apenas la mirada fugaz de alguien puede quebrar. Porque tu lo sabes más que nadie, Atyé: un hombre jamás se lleva otro hombre de tu vida. Todos tienen un espacio, cada vez más reducido, eso sí, porque quien va llegando tarde le toca casi que quedarse afuera. 
   No puedo creer lo que me comentas en tu última carta. Es inadmisible que tu hijo haya tomado las riendas de la empresa con el único propósito de molestar a Ufraín. Puede que el no sea de los encantos de tus vástagos, Atyé, pero deben respetar que tienes una pareja, que la elegiste porque así lo quisiste, que nadie te obligó y que eso tiene que ser respetado. Son tus afectos, no lo olvides, son los que te mantienen vivo de alguna forma. Pero también son los negocios y no puedes dar a torcer el brazo. todavía tienes mucha vida por delante y esos muchachos, si te quitan lo que tienes y se quedan con la empresa, de seguro no serán los primeros en venir a ayudarte. Te internan en un sanatorio y a oler a motas y avena. 
   Mi situación con Gore es insoportable. Desde que llegó de Nueva York no para de llamarlo esa mujer. Yo tengo la clave de su correo electrónico y espío las cartas que ella le envía. Es una cínica. Le dice cuanta porquería quiere hacerle y hasta le manda videos. No te niego que a veces me termino mojando viendo la pornografía que Susan le manda a Gore, y acabo por acudir donde nuestros amigos que dan tan buena atención. Porque celos no me dan, para nada, Atyé, tu sabes que yo no me acuesto con Gore desde hace más de diez años, convivimos por negocio, porque nos representa mejor a los dos una relación marital en nuestra economía personal que estar solos vagando por el mundo, sin nadie que te de una mano o que te preste dinero. Es una conveniencia completa, nuestros hijos en el fondo lo saben pero no les importa, ese matrimonio mantiene sus universidades y algunas de sus deudas. Somos felices en el convenio, todos, toda la familia entera, hasta el perro y el gato, porque si nos divorciamos los animales también tienen que escoger dueño y de seguro me elegiran a mí. Gore no se la pasa en esta casa ni en su oficina. Es un viejo enfermo, lo conozco porque me enamoré de él cuando era un azotador de sábanas. Nunca tuve problemas de sexo con él hasta que me llegó la menopausia. De ahí en adelante perdió todo su encanto aunque siguiera horrando y gastando energía en clavarmela. Le dije que dejáramos hasta ahí nuestra relación corporal una noche de diciembre, no recuerdo si el fin de año o la navidad en una de esas novenas donde cantan todos y comen pasteles y gelatinas como cerdos. No se opuso, ya conocía a Susan, y ella le estaba dando lo que yo ya no podía. 
   Atyé, te escribo porque necesito que me hagas un favor. Recuerda que el otro mes puedo viajar a Brucelas y me gustaría quedarme en tu casa o, preferiblemente, que pudiéramos salir las dos de paseo y largarnos a tomar vino, como siempe nos ha gustado. Espero tu respuesta con todo corazón. Sé que nos veremos pronto, lo presiento desde que puse la primera línea en esta carta. 

Te quiero mucho, Atyé: que la luz y Dios te acompañen día y noche.

Amanda.
   
   


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