martes, 28 de febrero de 2012

Apuntes de cine y literatura (I)


Por Chano Castaño 

El giro eterno del cine y de la literatura vive en contorsión. Hay una conexión tan inevitable, que hacer el esfuerzo por separarlos puede llevar a la confusión. Que el cine sea más joven y dependa de máquinas, no quiere decir que no fuera el proyecto secreto de la literatura: sacar sus imágenes y lenguaje a un lugar que no pudiera esconder mucho, donde todo se viera así el espectador fuera analfabeta, un espacio plano como las páginas y que rueda en el tiempo como las palabras.
Procuro nunca tocar estos temas delante de cinéfilos que no dudan en caer encima con su voz de crítico mordaz, disupuesto a desmembrarme allí delante del que sea. O delante del escritor que se cree un sacerdote de la religión literaria a la que pertenecen el gran Cervantez y Homero, seres que jamás se hubieran atrevido a poner sus historias en una vulgar imagen en movimiento que reune gente a comer maíz a su alrededor. Lo mismo digo yo de Terminator o la Guerra de las Galaxias: siendo novelas o cuentos no tenían futuro, era delante de los espectadores que trituran palomitas donde debían nacer y perdurar. ¿A cada uno con lo suyo? Mentira. La historia importa, pero lo más importante siempre es el cómo se cuenta.
Antes de hablar de literatura y de cine, es bueno pensar algunas dudas. ¿Qué es la literatura en el cine? No es la escritura en el cine. Si toda escritura fuera una literatura, como lo consideran algunos, en verdad habría poemas de taller, novelas sacadas de recibos y demandas, personajes nacidos de las memorias de una administración. La literatura en el cine es muchas cosas, pero principalmente es el guión y su contenido, un escrito ordenado para ver las imágenes antes de filamarlas. Es decir, la literatura es un mecanismo de previsualización del realizador de cine. Por eso realiza y no simplemente graba. Su actividad es elaborar en la realidad lo que escribió con el lenguaje de la imaginación: las palabras. Y su reto es alejar la película lo más lejos que pueda de la literatura.
El cine en la literatura también es muchas cosas. Referencias, lugares, personajes, sonidos, multiplicidades de libros que se integran a películas y viceversa. Pero creo que principalmente el cine en la literatura es la posibilidad de ver ráfagas de imágenes en nuestra mente, esa facultad que tiene la imaginación de las generaciones que han visto cine toda su vida, la de imaginar con una potencialdiad y una perfección únicas cualquier secuencia narrativa bien descrita para el cerebro. Nuestra mente construye secuencias, entiende más fácil los planos que sugiere un escritor y anima y dinamiza las imágenes poéticas; se recrea mientras ecucha el río que se describe en un párrafo o ve en su vastedad el desierto que cruzan unos aventureros en fuga. Lo vemos todo, lo queremos ver todo. Si lo que leemos nos enseña con claridad la historia, imaginamos cuanto pueda ser posible. De seguro antes del cine esto también sucedía, pero no creo que hubiera tanta facilidad para crear las imágenes en la mente. La literatura tenía la plenitud de ser una voz. El cine le dio otra dimensión, la de ser puramente imágenes. Una desviación que para muchos, como siempre, puede ser una aberración. No lo creo. Opio en las nubes es un guión de cine esparcido con gotas de poesía, por ejemplo. Una literatura hecha para ser vista.

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