jueves, 6 de septiembre de 2012

Macaco não é ladrão (R.R.III.)

Por Chano Castaño



   I


   El journal O Globo, que se parece a todos los periódicos grandes del planeta que pertenecen a un pulpo mediático que a su vez pertenece a una mezcla de políticos, empresarios oscuros, familias tradicionales e inversionistas insaciables, tituló así el asalto a Joe Ballack: Um journalista americano caiu num asalto. No se refirieron a la trayectoria del cronista de turno ni a qué se debía su visita a la ciudad del Cristo Redentor. Tampoco afilaron interpretaciones que dieran pie a rumores mediáticos ni a chismes que estropearan la buena imagen de un colega. Lo que sí aconteció fue que Ballack recibió dos tiros en una pierna. El ratero que se bajó de la moto no le dio chance de hablar. Abajo del taxi y pum pum, le sacaron el dinero, las tarjetas, preguntaron su contraseña y lo dejaron allí tirado. No dejaron testigo, apenas el taxista con un hoyo negro en la frente. 
   Ballack estuvo hospitalizado en la Clínica São Vicente, donde lo atendieron enfermeras afro que por el color de su piel contrastaban con su uniforme siempre branco. Allí lo fueron a visitar Ripamar y los dos brasileños compañeros de cuarto, excepto el colombiano, por quien preguntó como si estuviera interesado en su paradero por asuntos afectivos. Le dijeron que no sabían mucho de ese rapaz porque salía muy temprano y regresaba pasada la media noche, y cuando salía para fumar en el patio, si al caso cruzaba palabra con los presentes. Lo tenían por un muchacho reservado, tranquilo. Ripamar se despidió de Ballack recordándole que debía cancelar el siguiente mes o de seguro al salir del hospital encontraría sus maletas frente a la República. Ballack lo tomó de mala gana, no le pareció sensato que le advirtiera aquello en su condición de enfermo, pero también pensó que business are business y de seguro Ripamar tenía una economía apremiante que lo llevaba a cometer ese tipo de improperios. 
   Joe Ballack salió del hospital veinte días después. Su seguro canceló las cuentas y le enviaron dinero de la revista. Faltaban tres semanas para que llegara la fecha de la tercera entrega de sus crónicas. Caminando algo débil pero con pasos firmes, toma un ônibus y llega hasta Copacabana. Mientras camina por la rua Barata Ribeiro, viendo las bundas que se mueven de lado a lado por los andenes empedrados con pequeñas teslas grises y negras, recuerda que precisamente ahora está jodido por una mujer, porque confió en ella, en su promiscuidad, en que es el Brasil y aquí todas son fáciles. Que equivocado estaba. Se ganó un balazo por pensar eso.
   Pero también recuerda otra cosa. El domingo juega el Flamengo contra el Corinthians y tiene programada una entrevista con un líder de la barra brava del Fla. Los días que anteceden al partido los pasa escribiendo con hambre, y lo hace no por falta de alimentos, sino por una profunda creencia creativa: Ballack sabe que cuando tiene hambre su mal genio reverbera por su cuerpo y así mismo las palabras quedaran plasmadas en el papel; con furia, rencor, desesperación, odio del fino, del que inunda con sangre negra cuando una pizca de bondad aparece. Parrafadas y parrafadas salen de su mano escribiendo de pie como Hemingway (como él cree, en verdad, que escribía Hemingway), y el día del encuentro de futebol Ballack está preparado para mezclarse con el lumpen carioca de la torcida del Flamengo. Compra una camiseta--ya suma dos con esta y la del Vasco--, y se va rumbo al estadio. 




II


   Estadio Gávea. Por el costado oriental van los juveniles y violentos que cantan desde que hacen la fila. Toda la turma con camiseta de rayas negras y negras. Huele a macoña barata y a cerveza regada en pavimento caliente. ¿Tá quente?, le pregunta un aficionado a Ballack cuando lo ve mirar una mujer con ojos perversos. El gringo muda su posición hasta que encuentra a Benjamín Cunha, su entrevistado. Es un cara preto con bermuda blanca hasta abajo de la rodilla, camiseta oficial del equipo, gorra oficial, cadena gruesa y dorada hasta el centro del pecho, reloj dorado también pero ordinario, muñecas gruesas y manos grandes capaces de estrangular lo que sea y una sonrisa afable, que parece venir de su corazón inmenso, porque a todo el que llega le da un sorriso de la misma forma y una palmada en la espalda. Benjamín le dice a los que están a su alrededor, una especie de ministros de la torcida, que ese gringo los hará famosos por el mundo, que ahora la hinchada del Flu será reconocida por el planeta, empezando por Europa, a la que le deben empezar a temblar las piernas, porque muy pronto el Flamengo será el mejor equipo del planeta, dejando atrás los oncenos increíbles de España e Inglaterra, de Italia y Alemania, todo eso será pasado, será ceniza. Exactamente esas fueron las palabras de Benjamín que Ballack entendió muy bien.
   La torcida se ubica a lo largo de las gradas orientales del estadio Gávea. Cantan y cantan y fuman y fuman y la cerveza va de mano en mano como si fuera acicate del ánimo. Joe Ballack empieza su entrevista, prende la grabadora de su celular y comienza la charla con Benjamín. En verdad el cronista solo tuvo que hacer una pregunta porque el Cuna, como le dicen los súbditos de la barra, rodó como una caneca y no paró de hablar:

   "Yo soy carioca da gema, cara, y siempre he vivido en Rio de Janeiro porque esta es la ciudad paraíso. Ahora el mundo lo está reconociendo y están viniendo para acá; quieren hacer la Copa del Mundo, los Juegos Olímpicos, los encuentros de todas las naciones, cara, es algo que pasa y nadie puede detener. Pero quiero hablarte una cosa, caro Joe: es una mentira la paz de Rio. Aquí donde ves, esta gente que me rodea y me acompaña, son mis parceiros, cara, los que nunca me han dejado solo. Si estuviera solo, ya andarían bajo tierra. Y es que este equipo y esta ciudad son mi vida. Si me fuera para tu casa, para los Estados Unidos, de seguro me gustaría conocer al Exterminador, tirarme de una montaña rusa y gastar dinero con prostitutas en Las Vegas, cara, ¿a quíen no?, pero luego estoy seguro que una saudade por Rio de Janeiro me mataría, me traería de tu infierno al mio devuelta, así de fácil. Igual, no es por nada, cara, pero en tu país la gente se mata tanto como acá. Tu ves a estos torcedores ahora felices y gritando, pero de seguro muchos próximamente, en estos días, en esta semana, tendrán que hacer algo malo, lo mismo que pasa en tu país cuando un jovenzuelo enloquece y dispara contra todos, la diferencia está en que yo mato porque es necesario, es parte de un trabajo, mientras que en tu país matan porque están locos, cara, ¡están locos!" 
   

    Joe Ballack recibe una cerveza de un tipo magro que está a su lado. Cuando le pasa la bebida, el cronista percibe la puñaleta debajo de la manga del buzo. Siente un corrientazo pero se calma cuando Benjamín Cunho le da una palmada y sigue hablando sin parar. 


   "Yo me convertí en el líder de la torcida del Flamengo a sangre y fuego, cara, como se ganan muchas de las grandes cosas en este mundo. Un día me levanté y mi madré me dijo, tu padre murió a balazos. Pum, primer dolor en el pecho. Otro día me levanté, más triste, y mi hermano me dijo,  cara, mataron a nuestra madre. Pum, dolor definitivo en el pecho. Ese dolor todavía lo evoco cuando más malo me siento, cuando más odio necesito para matar. Después de quedar huérfano a los doce años me puse a colaborar con el trabajo de mi hermano mayor. Consistía en poner la macoña en la máquina prensadora. Era muy fácil, lo único malo fue que me volví adicto muy temprano y no quise volver a la escuela, me daba preguiça y además olvidaba todo. Me crié en la calle, aprendí lo que era necesario; manejar armas, dirigir carros, manejar motos y callar al que hablara mucho. Primero me gané el respeto de la gente de la cuadra porque purificaba la cocaína con un proceso barato y que daba mejores resultados. Luego me gane el respeto del combo de la localidad porque asesiné a su jefe y fui capaz de neutralizar, con dinero, mucho dinero, la venganza que buscaba cobrar su gente. Luego me gané el respeto de toda la favela y de la torcida del Flamengo porque comencé a trabajar con personas que no eran de allí pero tenían mucho poder: políticos, empresarios, negociantes de prestigio, en fin." 


   Ballack mama cerveza con el pecho tenso. El reguero de confesiones brutales que Benjamín Cunho le hace no permite que respire tranquilo. Tampoco la puñaleta en la manga del tipo que está a su lado. De un momento a otro, por lor parlantes del estadio se oye el anuncio del onceno Flamengo. La hinchada enloquece como unos macacos enardecidos a los que palearan la furia con sangre y bananas. Los cánticos se aceleran y se enfurecen y cuando el equipo sale, sin previo aviso, todos se empujan contra la grada de abajo, tirando a Joe Ballack muy lejos, apenas salvado por la mano gruesa de Benjamín que ya lo tenía todo calculado. Un tipo audaz, Bejamín. 



   "Caro gringo, tienes que tener cuidado, si te caes más abajo y yo no estoy ahí, de seguro te roban. Bueno, pero lo que te contaba. Después de levantarme como rufián, como ladrón, como sicario y traficante, empecé a generar flujos de dinero entre la favela, la torcida y personas con poder. Eso generó, automáticamente, un blindaje sobre mis acciones. La policía no me molesta, tengo triple identidad, dos pasaportes por si tengo que huir algún día, mi familia está protegida en otra ciudad con otras identidades, todos me temen y nadie querría asesinarme porque, cara, en el fondo soy un tipo de buen corazón."


   Dicho esto, Ballack apaga la grabadora. El partido empezará en contados minutos. El tipo que está a su lado mira de reojo en ciertas ocasiones a Benjamín. Lo mira con odio, con resentimiento, y Ballack piensa que así deben ser los ojos de Benjamín cuando recuerda la muerte de su madre y mata a todo el que se atraviese. El réferi da el pitazo inicial pero lo que empieza es la muerte del jefe de la torcida. El tipo junto a Ballack, en un movimiento seco y veloz, entierra su puñaleta en el corazón del Cuna y el cacique de la turma cae entre sus seguidores de frente. Ballack intenta ayudarlo pero en su desespero se da cuenta que nadie está con él. Una conspiración. Una traición de frente. El tipo de la puñaleta limpia su arma con la camiseta del Flamengo, se acomoda donde estaba Benjamín y mira a Ballack lleno de odio para decirle unas últimas palabras:

   -Perdete, cara, si no quieres terminar igual que este filho da puta. 


   

   


   



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