martes, 17 de abril de 2012

Escribir de noche


Por Chano Castaño

  Alguna vez leí una frase de Cortázar que decía algo como, "si en la despensa todavía hay Nescafé, nada está perdido". No recuerdo si la frase versaba de esa manera, pero su significado me llevó a tomar tinto durante varias noches de lector empedernido. Las ojeras ni el temblor que se apoderaron de mí importaron de manera alguna. En verdad yo iba tras el control del sueño, esa sorpresiva sensación que nos cae cuando, tal vez, menos queremos dormir. 
   Muchas lecturas las realicé después de las diez de la noche, con los ojos brotados y la barriga retumbando con fuertes sonidos guturales. Fumaba mucho también en esos tiempos. Amanecía con la boca seca, la sensación de cansancio que deja el exceso de cafeína en la madrugada, pero eso si, con un libro empacado en el alma, a veces malo, a veces bueno, en pocas ocasiones excelente--si esta condición estaba en la obra que leía, de seguro no me percataba de que la madrugada me atrapara leyendo. Recuerdo que dejé la costumbre de empacarme una taza de café pesado en la noche cuando cambié la manía de leer en las noches por la de escribir. 
   Todo empezó con una lectura de psicología de la cuál no recuerdo el nombre. La autora, una polaca o una gringa o una italiana, tampoco mi memoria fijó con seguridad el dato, decía que cuando llega la noche y el cuerpo se predispone al descanso, la conciencia (o parte de ella, que me den palo los psicólogos), se adormecía y el flujo informativo del inconsciente se apoderaba de la mente. Podía entonces entrar en contacto con lo que la misma mente me ocultaba y luego plasmarlo como literatura. 
   Muchas noches trabajé en el experimento, pero lo único que sentía era la intensificación de la voz. La voz del pensamiento la sentía con una puntuación precisa, con un tono que me encantaba y una fluidez que me impresionaba. Escribía mucho, sí, pero ese no era el fenómeno más importante. Lo que me fascinaba era la potencia que en las noches mi pensamiento experimentaba, llegando a comprender muchas cosas que ni en la mañana ni en la tarde eran accesibles. 
   Los del inconsciente nunca lo vi relacionado con eso. Por el contrario, me sentía más consciente que nunca. El inconsciente creí sentirlo en varias bebetas en que uno llega a la casa y se acuesta para dar vueltas y más vueltas, mientras en la mente se siente el aparecer y desaparecer de miles de colores, centelleos e imágenes furtivas cargadas de simbolismo surreal, onírico, fantasioso. Recuerdo mucho una de esas imágenes. En una tomata de cervezas y varios mojitos, hicimos una despedida a un amigo que se iba a estudiar literatura al Paso, Texas. Esa noche la cosa se terminó antes de la media noche porque mi amigo tenía que madrugar y el ágape no podía extenderse. Desde que partí del bar hasta que llegué a mi casa, un discurso optimista literario venía fraguándose en mi cabeza. Ese día sentí que la literatura, como nunca antes, me salvaba la vida. Cuando me puse las cobijas encima, mi pirotécnico pensamiento empezó a enviar un bombardeo de imágenes que parecían un test de Rorschach convertido en una animación, una secuencia de estrellones de colores deformados en los que lograba distinguir rostros familiares de todo tipo: personajes, amigos, parientes cercanos, sensaciones vueltas rostros, obsesiones vueltas chispazos de color y velocidad. En vez de sentir fastidio por esa sensación y ese conjuro de imaginaciones, trate de unirme a él. Intenté perderme en su espesura y velocidad, y de repente comencé a sentir que mi cuerpo se cargaba de una sensación de bienestar de pies a cabeza. Me estaba fusionando o por lo menos estaba llevando toda esa convulsión a mis venas, mis sistema nervioso, mis músculos. Al final, cuando la sensación de placer se hizo más fuerte, vi a todos los personajes que había leído en mi vida. Allí estaba Gatsby, Oliveira, Goriot, Fausto, Alonso Quijano, Aureliano Buendía, Amarilla, el pirata Silver, Nessim, el contrabandista de pájaros, Arturo Belano, en fin, y venían todos marchando como en una protesta que se tomara las calles de una ciudad, con la diferencia que esta muchedumbre que avanzaba hacia los adentros de mi mente no tenía un fondo sino un telón oscuro tras de si, pero la presión de su avanzar y la fuerza que contenían sus pasos se diluyó en un breve instante, y yo sentí que en mi corazón se anidó una fuerza compacta, una extraña presión sanguínea que me hizo sentir más liviano, y al final quedé dormido como un león entre sus tierras. 
   No he vuelto a experimentar aquella extraña sanación literaria. Al día siguiente me sentí perfecto. Guayabo casi ni tenía. Y me volqué al teclado a escribir sin parar, a escribir lo que fuera, con tal de volver a evocar lo que había pasado el día anterior. Pero me fue imposible. 
   Con el tiempo me fui dando cuenta que lo ocurrido esa noche fue una mezcla de vida y memoria. Una poderosa manifestación que afirma que la literatura anda más viva dentro de uno que en las bibliotecas. Esas vidas de las que un lector se apropia no mueren en el abismo eterno del olvido. Por el contrario. Su explosión interna está en nosotros cada instante y, sin percatarlo, todos los días somos una ficción que tal vez hayamos leído tiempo atrás o hayamos imaginado tiempo atrás. 
   Escribir de noche, extrañamente, es un llamado continuo a esa marcha literaria en mis adentros. No lo niego: de vez en cuando hay un cadáver, un amor profundo, un camino nuevo y la vaga sensación de no estar solo. 
   

4 comentarios:

  1. que buen articulo, lo felicito por tener la capacidad de dejarse enaltecer por los secretos de las líneas que nos arrastran a las manos.

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  2. qué buen presagio de media noche... permite que evitemos cometer un crimen, matar las líneas con la almohada.

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  3. Primera vez que te leo y el texto me ha enganchado de inmediato ¿Impresión mía o veo ciertas reminiscencias de 'Medianoche en París'? Excelente escrito.

    Por cierto, tengo un blog también de literatura -entre otras cosas- llamado Letras Bizarras y me sentiría muy honrado si pasas algún día por allá, quizá encuentres algo que te guste: http://letrasbizarras.blogspot.com/

    Saludos

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